Te habrás fijado en que siempre que nos sorprendemos ante una obra maestra, bien sea un cuadro artístico, una composición musical o la construcción de un ingenioso viaducto, nos preguntamos por su creador. Pues bien, el interés mayor sobre el principio del cosmos se centra en descubrir cuál es el sentido profundo de tal origen. Nosotros creemos que el creador y el mantenedor del universo es un Ser Trascendente, inteligente y bueno al que llamamos Dios. Así nos lo revela el primer libro de la Biblia, el Génesis.

Ha sido iniciativa de Él, pura gracia, totalmente gratis, sin pedir nada a cambio y sin necesitarlo. Y ha querido ir revelando progresivamente al hombre este misterio de la creación. Ten presente que la Biblia no es un libro científico, sino un libro religioso.

En los dos primeros capítulos del Génesis se nos narra de forma literaria el origen y el fin de la creación, su bondad y el lugar que debe ocupar el hombre en el mundo.

Las llama a la existencia de la no existencia. Una madre, la madre de los Macabeos, le dice a su hijo menor:

«Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen, y ten presente que Dios lo creó todo de la nada». (2 Mac 7, 28)

Dios crea un mundo ordenado y bueno como un regalo al hombre, como una herencia que le confía para que la respete y la cuide.

Pero no solo ha realizado la Creación en un momento dado y ya está, me desentiendo de ella porque funciona automáticamente, sino que la mantiene y conduce su evolución; o, todavía mejor dicho, la dirige hacia su plenitud. Por eso, podemos hablar de una «creación evolutiva».

Puesto que la vida es un precioso regalo divino, debemos: defenderla, para que crezca libre de amenazas; acogerla amándola como un don gratuito; y promoverla, al madurar adecuadamente y facilitando que todos los hombres y las mujeres alcancen su pleno desarrollo.

De lo contrario, aparecen situaciones indignas que exigen soluciones:

• Pobreza y hambre, que reclaman compromisos solidarios de los países más ricos y desarrollados hacia los países más necesitados.
• Guerras cuya respuesta no puede ser otra que la paz, conseguida a través del establecimiento de estructuras de justicia, diálogo y defensa de los más débiles.
• Naturaleza herida, que se puede curar considerando como parte de nuestra familia a los animales, las plantas, el agua, el aire…
• Atentados contra la vida: violaciones, abortos, eutanasia activa…

Los científicos, con sus estudios, se preocupan por hacer del mundo un lugar más habitable para todos. Iluminan un mañana más prometedor. A la aplicación práctica de la ciencia le llamamos técnica. Y así, vemos cómo:

La industria va liberando al ser humano del duro trabajo.

Los medios de comunicación social (prensa, radio, televisión, teléfono…) y los transportes, acortan las distancias y dan un sentido universal y solidario a la vida.

La medicina y la higiene prolongan la vida y la hacen menos esclava del dolor.

Los cristianos nos sumamos a todos los hombres y mujeres que luchan para que los derechos se respeten en todas las circunstancias de la vida. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada por Naciones Unidas en 1948, está basada en principios cristianos, es decir, en la Buena Noticia de Jesús: «La dignidad de toda persona humana brota de ser imagen y semejanza de Dios». De este modo, toda persona se convierte en sagrada, se merece el máximo respeto y el mejor de los tratos.

«Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como tí mismo». 

Recuerda también que todos los derechos que tú disfrutas se corresponden con unos deberes, unas obligaciones que has de cumplir primero.